miércoles, 6 de abril de 2016

LOS BIENES DE LAS ÁNIMAS (1822)


En otras ocasiones he escrito sobre la devoción a las Ánimas, tan popular y relevante en la tradición católica y de orígenes antiquísimos. La actividad de las cofradías de Ánimas dedicadas a rezar y a redimir almas en pena fue general en la España de pasados siglos. Estas sociedades piadosas se mantenían, con desigual desahogo, Con limosnas, recogidas por los cofrades con abnegada puntualidad, y con las rentas de las fincas legadas por los fieles en sus testamentos, además de otras mandas piadosas. El caso de la cofradía de Ánimas de Vilches  es bien conocido por el autor de estas líneas y estudié su pasado con documentación del archivo de la parroquia de San Miguel de dicha villa, en apacibles horas de silencio que recuerdo no sin reverencia.
En las siguientes líneas menciono los bienes raíces de la cofradía de Ánimas ubicada en la iglesia de San Ildefonso de Jaén en 1822. En dicho templo se conserva un imponente retablo dedicado a las ánimas del Purgatorio sobre el que ya trató don Rafael Ortega y Sagrista. Es de mediados del XVIII pero nadie busque resabios ilustrados en sus atormentadas imágenes. Es pura religiosidad barroca. Dejemos, sin embargo, para mejor ocasión esta meritoria obra de arte y centrémonos en los bienes de la mencionada cofradía.  Al igual que en el caso de los Trinitarios Calzados, eran fincas que iban a ser desamortizadas. Comencemos por conocer las casas de la cofradía, situadas en calles muy honradas de la colación de San Ildefonso:

Una casa en la calle Tosquilla, tasada en 6.173 reales con una renta anual estimada en 246 reales.
Una casa en la calle de las Bernardas, tasada en 7.339 reales, rentaba anualmente 293 reales.
Una casa en la calle de las Bernardas, valorada en 3.983 reales, con una renta anual estimada en 159 reales.
Una casa en la calle de Olid, tasada en 2.470 reales que rentaba 98 reales cada año.

No dejaba de tener, en verdad, cierta importancia la posibilidad de vivir en una casa cuyo alquiler, imagino que puntualmente pagado, estaba destinado a sufragar misas por las almas en pena. Era de esperar que los morosos e inquilinos informales durmiesen con todo desasosiego esperando reproches, lamentos nocturnos y aterradoras apariciones de unas ánimas convertidas en acreedoras y condenadas a pasar muchos años más en el Purgatorio por falta de sufragios. Esto sin contar las seguras aprensiones de los más curtidos liberales y de los compradores de tales bienes. Era cosa seria lo de jugar y especular con los bienes de las almas en pena.

 Respecto a las propiedades rústicas puedo decir que se limitaban a un olivar en Molinillo Alto, en la jurisdicción de Jaén, de una fanega y de tercera categoría, que estaba valorado en 1.260 reales y rentaba 38 reales. A esta finca se unía una haza en Las Paradejas, de tres fanegas y cuatro celemines, cuyo valor estimado era de 500 reales y rentaba sólo 15 reales al año. Las casas constituían los bienes más rentables y de mayor valor. La Cofradía obtenía cada año 796 reales procedentes de sus arrendamientos. Las rentas del campo sólo ascendían a 53 reales anuales. 
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*La relación de bienes inmuebles en Crédito Público, 16-9-1822. La fotografía en el artículo de don Rafael Ortega y Sagrista que se enlaza en la entrada.

2 comentarios:

  1. Por ser aun atractivo el fascinante misterio de la muerte y sus macabros aspectos en nuestra descreída sociedad, seria de mayor interés recordar como aquella religiosidad pervive en pueblos como en Carchel, donde curiosamente celebran subasta en vísperas de nochebuena, y como probablemente aquello marcó la fisonomía de la ciudad, lo cual quizás usted don Angel nos pueda ilustrar mejor. Y no solo en los retablos animas de sus cofradías, que aun podemos admirar. A mi pobre parecer dejado a la antojadiza e imprecisa imaginación, bien pudieran haber sido la entonces calle de el atatute, Bailen, la conocida como lonja del ataúd de San Pedro, y probablemente el campillejo de las cruces, enclaves donde las cofradías situaran el ataúd de animas para aquellos que no pudiendo costearlo recibieran tierra extramuros, al igual que en el “cimenterio” que hubiera cerca del camino de Torredelcampo. Un saludo.

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  2. Abre usted un campo de estudio verdaderamente apasionante. Respecto a lo de Cárchel no puedo aportar nada pues no conozco esa cuestión. En referencia a calles con nombres macabros, recordemos la llamada calle de los Muertos, nombre dado a la actual Príncipe Alfonso.

    Muchas gracias, don Egas. Sepa que sigo sus escritos con gran interés.

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